1 de septiembre de 2012

Desde el celu, Instagram
















   “Tres pasos hacía atrás y saqué la foto” era la simple instrucción de las primeras cámaras pocket de Kodak, en el siglo pasado. En un siglo en cual la humanidad inició el largo y tortuoso camino de reinventarse por y para la imagen. Siglo en el cual se inició una especie de masificación del tratamiento de la imagen, en donde gran parte de la humanidad quería mostrarse y, a la vez, controlar lo que mostraba, creyendo que con ello podía dominar lo que otros veían, o mejor dicho, interpretaban de lo que mostraba.

   Como todo en ésta era de la información y el consumo, la fotografía en las manos de las masas se precipitó como bola de nieve y llega, luego de atravesar los obstáculos que la tecnología impuso y a la vez libró, a darle la posibilidad al individuo de las metrópolis la cualidad de portabilidad, sencillez, modificación y divulgación casi infinita.

   Colocarle una cámara a un teléfono celular pudo parecerle una excentricidad a Philippe Kahn, pero fue el paso a una nueva dimensión en la popularización de una actividad humana moderna, misteriosa y adictiva.
Y en ese ánimo de misterio y adicción se monta Instagram. Con un recorte de formato caprichoso, con filtros que tornan  en extrañas a las tomas y con un aire absolutamente lúdico resalta los viejos pilares de la fotografía: la espontaneidad y lo enigmático. Y le regala al usuario el sentido de contenido bello y, afortunadamente, le da nuevamente la duda de que es lo bello y que es lo feo.



(Todas éstas fotos fueron tomadas con un teléfono celular LG P350g y tratadas con la aplicación Instagram usando varios de sus filtros sin retoque posterior)


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